Habla Piqué: “Este equipo no tiene que demostrar nada.
[...] La temporada está siendo cojonuda.”
No es más que la evolución de las declaraciones de Tito
en un postpartido de la supercopa de este año: “El Madrid prácticamente no ha
pasado de medio campo”.
La falta de autocrítica es total, y está subiendo de
forma exponencial desde que Jordi Roura está al frente del equipo técnico.
Si el juego es el reflejo de la forma de entrenar, la
única conclusión posible es que los entrenamientos son de muy poca intensidad.
Y esto va más allá de cualquier cuestión táctica, técnica o de messidependencia.
Parece que el Barcelona ha perdido el hambre, y el hambre
no se demuestra de pronto en el partido importante. Ni siquiera en los partidos
poco importantes. Ni siquiera en los entrenamientos del partido importante. Se
demuestra, se confirma su existencia cuando no hay nada en juego el próximo fin
de semana pero en los entrenamientos sale toda la competitividad de los
jugadores.
Para que eso pase, o hay un motivador más que excepcional
o unos jugadores que recuerdan el sabor de la derrota. Sin mayores cambios en
la plantilla, con todos los jugadores renovados con fichas que les convierten
en intransferibles, solamente quedan dos caminos: o continuar en la cima de la
ola o la inevitable eventual caída.
Y entonces llega el partido más importante de la
temporada: la vuelta contra el Milan. Una remontada épica es el único camino
para no caer. En caso de darse, quedar eliminado en la siguiente ronda seguiría
siendo una gran decepción para la afición; la exigencia es justificadamente
alta.
Quedar eliminado significa no tener ni un partido como
éste hasta dentro de un año, cuando vuelvan las eliminatorias significativas de
copa o las primeras rondas de Champions League.
Teniendo en cuenta el actual nivel motivacional y de
estado de ánimo de la plantilla, pasarse otro año sin algo emocionante para
jugar puede atrofiar definitivamente este equipo tal y como lo hemos conocido.
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